Los "ingenieros sociales"
(Diario16, 13 de julio de 2013)
Suelen creer que conocen cuáles son las necesidades reales de los
ciudadanos, qué deben éstos comer, dónde deben estudiar, qué deben
producir, en qué deben invertir, en qué deben ahorrar, qué religión
deben profesar, y hasta qué películas deben ver. Suelen creer que les
hacen un bien a los ciudadanos al imponerles restricciones, al recortar
sus libertades, al evitar el libre comercio, al desincentivar ciertas
actividades que consideran dañinas y subsidiar otras que consideran
estratégicas.
Son los “ingenieros sociales”, esos individuos que creen tener la
capacidad de diseñar con precisión cómo debe ser la sociedad. Son esos
economistas, sociólogos, antropólogos, historiadores, abogados,
filósofos o educadores que creen tener los conocimientos suficientes
como para –recortando las libertades de las personas– lograr que éstas
alcancen el mayor nivel de bienestar posible. Son esos individuos que no
entienden que las preferencias de las personas son tan heterogéneas que
es humanamente imposible que un planificador social pueda decidir lo
que es mejor para cada uno de los ciudadanos, lo que cada uno de ellos
debe consumir –y lo que no debe consumir–, lo que debe estudiar, las
labores que debe desempeñar.
Muchos de estos “ingenieros sociales” habitan en el mundo de la
política; en el Congreso y en el Ejecutivo; en el oficialismo y la
oposición; en la izquierda y en la derecha. A muchos otros se les puede
encontrar en el mundo académico, en el sector empresarial o en el
periodismo. Al margen de dónde trabajen, siempre estarán tratando de
imponer su agenda antiliberal, tratando de recortar las libertades de
las personas con el fin de producir una sociedad acorde con el ideal que
tienen en sus mentes.
Se les encuentra, por ejemplo, proponiendo leyes que impidan que las
personas se alimenten como deseen, pues –en las mentes de estos
“ingenieros sociales”– el resto de personas son ignorantes, incapaces de
decidir correctamente qué alimentos les conviene ingerir. Se les
encuentra proponiendo barreras a la entrada en el sector educativo,
decidiendo cuál es el mínimo de calidad educativa aceptable, pues –de
acuerdo con estos “ingenieros sociales”– los jóvenes y sus padres no son
capaces de escoger la mejor escuela para ellos, de acuerdo con sus
necesidades y limitaciones presupuestales. Se les encuentra proponiendo
subsidios al crédito porque consideran que el mercado financiero es
“imperfecto”, con entidades financieras incapaces –a diferencia de
ellos– de medir bien el riesgo. Se les encuentra proponiendo subsidios a
actividades económicas “estratégicas” o a empresas que según ellos
deben subsistir. Ellos, los “ingenieros sociales”, creen saber cuáles
son las actividades productivas que necesita el país. Y es que –según
piensan– no se puede dejar que el mercado sea la institución a través de
la cual se asignen los recursos de la sociedad y a través de la cual se
determine qué empresas subsistirán y cuáles no. De acuerdo con estos
“ingenieros sociales”, el Estado está en capacidad de determinar cómo
debe ser la sociedad.
Seguramente, estos “ingenieros sociales” tienen buenas intenciones. No
dudamos de ello. Sin embargo, muestran un alto grado de arrogancia al
creer que ellos saben lo que es mejor para el resto de ciudadanos. Esa
arrogancia no les permite entender que las personas tienen preferencias
heterogéneas, que es imposible que un gobernante –por más iluminado que
crea ser– pueda saber lo que le hace bien a cada uno de los ciudadanos.
Esa arrogancia no les permite entender que las personas deben tener el
derecho a libremente decidir qué hacer con sus vidas. No les permite
entender que el rol del Estado no consiste en decidir por los
ciudadanos, sino en proveer a la sociedad de un sistema legal que
proteja la libertad individual de las personas –penalizando el crimen y
administrando justicia de manera transparente, por ejemplo– para que
éstas, con la certeza de que sus derechos de propiedad serán protegidos,
puedan decidir lo que deseen de acuerdo con sus preferencias
personales.