Populismo y concentración de poder: Alan García y el desastre económico aprista

(Punto de Equilibrio, Año 8, No. 59, marzo-abril 1999)

El objetivo de este artículo es analizar no sólo la política económica seguida por Alan García y sus desastrosas consecuencias, sino sobre todo por qué fue tan fácil para el ex-Presidente García aplicar tales medidas. Tal como veremos, las debilidades del sistema político peruano traducidas en partidos políticos poco representativos y concentración de poder político en manos del Ejecutivo fueron condiciones necesarias para que el populismo económico haya renacido en nuestro país.

La historia republicana: autocracias y falencias de representación
El sistema político peruano se ha caracterizado por la existencia de elementos autocráticos y deficientes mecanismos de representación de la población. Por un lado, prácticamente todos los gobiernos se han caracterizado por su notorio autoritarismo y concentración del poder político. Incluso los gobiernos aparentemente democráticos han sido en realidad dictaduras plebiscitarias, pues la participación de la sociedad civil se ha reducido a elecciones casi siempre elitistas y poco competitivas.
Por otro lado, los partidos políticos nunca fueron capaces de representar adecuadamente a la sociedad civil. Los partidos de derecha representaron claramente los deseos de los gremios empresariales, y nunca tuvieron la intención de llegar a un consenso con los representantes de las organizaciones populares, con quienes más bien existió un conflicto. Por su parte, los partidos de izquierda siempre mantuvieron relaciones verticales con las organizaciones populares, de tal manera que eran más importantes los logros personales de los políticos y dirigentes sindicales que los de las organizaciones populares, las cuales a su vez no congregaban a todos los sectores populares (recordemos que por ejemplo el sector informal nunca estuvo representado por partido político alguno y que la canalización de las demandas de los sectores rurales dejó mucho que desear).
Estas debilidades del sistema político peruano nunca permitieron una real y efectiva participación de todos los sectores de la sociedad civil en la vida política del país. Debido a ello, la población siempre estuvo ajena al debate de los asuntos públicos, restringiendo la posibilidad de que se llegue a un acuerdo sobre las líneas generales del programa económico, impidiendo la estabilidad de las reglas de juego y promoviendo más bien la aplicación de políticas económicas populistas.
Estas falencias del sistema político peruano son importantes para estudiar el gobierno de Alan García. Tal como veremos a continuación, el desastre económico de García es claramente explicado por la ausencia de mecanismos de participación ciudadana en la vida política y por la concentración del poder político en manos del Presidente. Sólo con la corrección de tales falencias, seremos capaces de evitar un nuevo colapso de nuestra economía.
La dictadura aprista y el desastre económicoUna vez en el gobierno, Alan García fue capaz de congregar en sus manos todo el poder político para hacer y deshacer lo que quisiese, como quisiese y cuando quisiese. Alan García supo aprovechar las enormes debilidades del sistema político peruano, con una población sumamente ignorante en materia económica y fiel receptora de las limosnas populistas de cualquier gobierno.
De hecho, García fue más autoritario y personalista que su predecesor, Fernando Belaunde, con una mayoría parlamentaria dócil y con la maquinaria aprista copando todas las instancias del poder —llámense no sólo Parlamento, sino además Poder Judicial, Tribunal de Garantías Constitucional, entre otras entidades estatales—. Ello desmejoró la rendición de cuentas de las acciones del Presidente y, por lo tanto, facilitó la aplicación sin mayor debate de un programa económico populista y el crecimiento de la corrupción en todas las instancias del poder.
Tampoco se institucionalizaron canales de debate con las organizaciones económicas, políticas y sociales existentes, y García optó más bien por la interacción con ciertos grupos empresariales de élite (los llamados "doce apóstoles") y relaciones plebiscitarias con masas convocadas para escucharlo que en su mayoría eran beneficiarias de los programas asistencialistas del gobierno.
En este contexto apropiado para sus experimentos, García aplicó una política económica caracterizada por la intervención desmedida en los mercados privados. Por un lado, los mercados de bienes y servicios sufrieron serias distorsiones al dictarse el congelamiento de los precios y el aumento de los aranceles y las restricciones para-arancelarias. El mercado cambiario sufrió también los embates del intervencionismo al establecerse tipos de cambio diferenciados según los criterios del gobierno.
En un inicio, estas medidas lograron la reducción temporal de las expectativas inflacionarias, lo que devino en la disminución la inflación y la recuperación de la actividad económica. Mientras que en agosto de 1985, la inflación fue de 200% promedio anual y la tasa de crecimiento del PBI de -5%, en agosto de 1986, la inflación se redujo a 55% y la tasa de crecimiento del PBI llegó a 16%. Al mismo tiempo, los sectores laborales experimentaron mejoras ostensibles de sus remuneraciones reales.
Sin embargo, el desabastecimiento de los productos sujetos a controles de precios mellaron la credibilidad del público del programa. Además, eran preocupantes la pérdida de reservas internacionales (entre agosto de 1985 y diciembre de 1987, las reservas internacionales netas disminuyeron de US$894 millones a US$43 millones) y el creciente déficit público (en 1987 el déficit económico del gobierno central llegó a 6.1% del PBI, mientras que en 1985 dicho porcentaje fue 2.3%), el cual era financiado con mayor emisión de circulante. En agosto de 1987, la inflación llegó a 86% promedio anual y la tasa de crecimiento del PBI fue de 5% con respecto al mismo mes del año anterior. Es decir, los resultados obtenidos durante los primeros meses de la gestión de García empezaban a ser cosa del pasado.
Frente a estos hechos, lamentablemente García y sus asesores no aplicaron las medidas correctivas necesarias. Más bien, las medidas adoptadas fueron gradualistas, y consistieron durante 1998 en cuatro paquetazos que implicaban sobre todo el aumento de los precios de la gasolina, de la electricidad y otros productos con el fin de mejorar los ingresos tributarios del Estado. Además, la política monetaria fue restringida, pero sin desechar de plano el intervencionismo que había generado la crisis. Dado que la confianza en el gobierno se había reducido substancialmente, las medidas económicas afectaron seriamente el crecimiento de la economía. En diciembre de 1988, la tasa de crecimiento del PBI fue -31%, y la inflación fue 1715% promedio anual.
Los "paquetazos" permitieron la reducción del déficit público y la recuperación de reservas internacionales. En 1988, el déficit económico del gobierno central fue 3.1% del PBI, notoriamente inferior al 6.1% mostrado en 1987. Por su parte, las RIN pasaron de US$270 millones en agosto de 1988 a US$370 millones en agosto de 1989.
Sin embargo, hacia el final del gobierno aprista, en forma irresponsable García y sus asesores aplicaron medidas populistas, con el fin de evitar un desastre político en las elecciones de 1990. Las remuneraciones reales mejoraron ligeramente y los tipos de cambio múltiples se mantuvieron. En julio de 1990 las RIN fueron US$-105 millones, la inflación llegó a 3,040% promedio anual y la tasa de crecimiento del PBI fue de -6% con respecto al mismo mes del año anterior. El Perú estaba destrozado.
En consecuencia...
La moraleja que podemos extraer del lamentable experimento aprista entre 1985 y 1990 es que el populismo económico sólo genera crisis económica y profundiza la pobreza. Pero debemos comprender además que la única manera de evitar tales medidas es con la democratización de nuestro sistema político, de tal manera que los gobernantes rindan cuentas de sus acciones y que sus programas económicos surjan de un debate con los distintos sectores de la sociedad.
De esta manera, para que el populismo económico no se implante nuevamente en nuestro país, necesariamente la sociedad civil debe gozar de una mayor participación y representatividad política. Sólo así, con el transcurso de los años, los ciudadanos como demandantes de las reglas de juego comprenderán que experimentos como el aplicado por García y sus asesores tan sólo producen incertidumbre, corrupción, desempleo, informalidad, subdesarrollo y pobreza. Los mismos ciudadanos exigirán un mayor equilibrio de poderes, la rendición de cuentas de las autoridades y la descentralización del poder en favor de los gobiernos locales. Ello fomentará una mayor participación ciudadana y, a través de la autogestión, la aplicación de medidas que nos lleven por la senda del progreso.
Las cifras de Alan
El programa económico aprista apeló a la intervención desmedida en los mercados privados y a políticas macroeconómicas poco serias. Las consecuencias de este programa fueron desastrosas. Durante los cinco años de gobierno aprista:
• La inflación acumulada fue 2'178,481%, lo que significa que en promedio los precios aumentaron casi 22 mil veces.
• El Producto Bruto Interno decreció en 7.4%, lo que llevó a que el PBI percápita de 1989 no sólo fuese el más bajo de la década de los ochenta, sino que además llegase a niveles de los sesenta.
• La producción agropecuaria decreció en 22% y la producción manufacturera creció apenas en 2% • La inversión extranjera directa apenas fue de US$80 millones.
• La liquidez real del sistema financiero se redujo en 80% lo que redujo el potencial de intermediación financiera.
• Las Reservas Internacionales Netas cayeron de US$894 millones a US$-105 millones.
• La deuda externa aumentó de US$13 mil millones a US$20 mil millones.
Este lamentable desempeño económico se tradujo en menores ingresos de la población y
menores niveles de bienestar.
• Mientras que en 1984, el 51% de la población de Lima Metropolitana estaba adecuadamente empleada. En 1989, sólo el 18% gozaba de esa condición.
• Los sueldos reales disminuyeron en más del 30% entre julio de 1985 y julio de 1990.
• En los cinco años de gobierno aprista, se produjeron 3,500 huelgas, que se tradujeron en más de 90 mil horas-hombre perdidas.

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