De vuelta a la realidad

(Diario16, 28 de septiembre de 2013)

Durante varios años muchas empresas creyeron en la historia del milagro peruano, en el cuento de que la economía peruana podía crecer sostenidamente a 8% o incluso 10%. Economistas cono poco conocimiento de la teoría económica y políticos interesados en mantener cierta popularidad gracias al alto crecimiento económico contribuyeron con la fantasía. Hasta hubo quienes llegaron a sostener no sólo que estábamos “blindados” ante cualquier crisis externa, sino además que los europeos envidiaban a los peruanos debido al alto crecimiento del PBI de la economía peruana.

Hoy la confianza del empresariado peruano es bastante menor que hace un año. Muchos sostienen que el Presidente Humala es el gran culpable de esta desmejora en las expectativas de los empresarios; que si no fuera por su “discurso pesimista” todos seguiríamos creciendo al mismo ritmo de años atrás. Sostienen que el hecho de que este año la economía vaya a crecer en 5% o menos se debe al pesimismo del gobierno. Si no fuera por su pesimismo, seguiríamos por la senda de las muy altas tasas de inversión y el crecimiento económico por encima del 8%.

Es cierto que el Presidente Humala no ha mostrado ser muy optimista frente al entorno internacional. Sin embargo, haber sostenido que la crisis ya había llegado al Perú no constituye necesariamente una mala estrategia y ciertamente no es la causa principal de la desaceleración del crecimiento de la economía. Para comprender la desaceleración del crecimiento económico peruano debemos entender que los factores que en gran parte explican el alto crecimiento de la economía peruana de años anteriores están desapareciendo. Los términos de intercambio, por ejemplo, han caído, y probablemente no volverán pronto a los niveles que alcanzaron en años anteriores. Asimismo, las tasas de interés mundiales probablemente aumentarán debido al eventual abandono de la política monetaria expansiva de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Seríamos ilusos si —dados estos cambios— pensáramos que la economía peruana seguirá creciendo al mismo ritmo que en años anteriores.

Es importante además comprender que el crecimiento de largo plazo de la economía peruana difícilmente estará por encima de 5%, considerando la débil institucionalidad del país, elemento clave en nuestras evaluaciones de competitividad. La teoría económica establece que la corrupción y el crimen —factores que debilitan la institucionalidad del país— afectan al clima de inversión. Sería extraño que la economía crezca en, digamos, 8% o 10% de manera sostenida con los altos niveles de corrupción y crimen que tiene el Perú.

Sin duda, crecer en 4% o 5% no es señal de desastre económico. Sin embargo, un crecimiento del PBI 5% no genera las mismas utilidades que un crecimiento de 10%. Por ello, hoy en día las empresas peruanas parecen estar experimentando el típico fenómeno que se presenta luego de varios años de alto crecimiento. En años de boom comercial, el alto crecimiento del PBI, de las ventas y de las utilidades tiende a confundir a muchos empresarios. La bonanza les hace pensar que el futuro seguirá siendo boyante. Una vez que la bonanza llega a su fin, o que el crecimiento se desacelera, los empresarios se enfrentan a la realidad: se dan cuenta de que habían sobre expandido, que habían invertido demasiado, que habían apostado por un futuro demasiado positivo. Eso ha pasado en el Perú. Numerosos empresarios pensaron que la bonanza continuaría, que la economía seguiría creciendo a más de 8%, que podrían seguir expandiendo sus negocios a un ritmo elevado.

Ciertamente nos parece poco probable que la economía peruana entre en una grave crisis. En realidad, lo que está ocurriendo es que la economía peruana está convergiendo a menores tasas de crecimiento, a tasas más consistentes con las débiles instituciones que tiene. Frente a eso, las empresas tendrán que ajustar sus expectativas; tendrán que ser más realistas. Probablemente muchos empresarios le echen la culpa al discurso no muy optimista gobierno por la caída en sus ventas e utilidades. Deberían darse cuenta, sin embargo, de que —dada nuestra debilidad institucional— ese crecimiento del PBI de más de 8% era sólo un fenómeno pasajero.

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