La competitividad y la educación

(Diario16, 14 de septiembre de 2013)

Qué duda cabe que la baja competitividad es un factor primordial en la sostenibilidad del crecimiento económico. Una economía puede crecer a altas tasas durante un corto período de tiempo; pero si sus niveles de competitividad son bajos, el crecimiento eventualmente convergirá a tasas bajas.

Sin embargo, debemos tener cuidado con las implicancias de política de esta relación positiva entre competitividad y crecimiento económico. Aunque la competitividad tenga efectos positivos en el crecimiento de largo plazo, no todo esfuerzo por mejorar la competitividad será recomendable.

Consideremos el caso del capital humano, por ejemplo. Varios estudios sugieren que un mayor capital humano tiene un impacto positivo en el crecimiento económico. En este caso, el capital humano, como el capital físico, contribuiría al aumento de la productividad y un mayor nivel de actividad económica. No es sorprendente, en tales circunstancias, que la educación sea un elemento importante en las estimaciones de competitividad.

Si consideramos el gasto público en educación como una inversión en capital humano, sin embargo, debemos tener mucho cuidado en medir la rentabilidad social de tal inversión con el fin de determinar si es conveniente o no tal inversión en educación. En realidad, la inversión en capital humano debe ser socialmente eficiente para que sea recomendable llevarla a cabo. Existen muchas maneras de aumentar el bienestar de la población. Lo recomendable es que se utilicen los recursos de la sociedad de tal manera que la diferencia entre el beneficio social y los costos sociales sea la mayor posible.

Los economistas utilizamos el concepto de asignación socialmente eficiente de recursos para referirnos al uso de los recursos que lleva a la maximización del bienestar de los habitantes de la sociedad. Si los recursos son asignados de tal manera que se maximice su beneficio neto por parte de los habitantes de la sociedad, entonces decimos que tal asignación es socialmente eficiente. Las políticas públicas siempre tienen beneficiarios. Que existan beneficiarios, sin embargo, no significa necesariamente que el uso de los recursos sea el correcto: maneras alternativas de utilizar los recursos pueden producir mejores resultados y pueden ser por lo tanto más eficientes socialmente.

Este concepto de eficiencia social en la asignación de recursos debe ser tomado en cuenta para determinar si determinado tipo de inversión en capital humano es la mejor manera de utilizar los recursos de la sociedad. Algunos dirán que la educación lleva de todas maneras a mayor bienestar pues no solo mejora los sueldos de quienes se educan más, sino además aumenta el PBI. Sin duda, toda inversión —incluyendo la inversión en capital humano— mejora el bienestar de algunos o muchos y puede tener un impacto en el PBI. Sin embargo, toda inversión implica un sacrificio de recursos. Para que una determinada inversión pública sea recomendable, debe producir beneficios sociales que superen los costos sociales en la mayor medida posible.

Cuando un gobierno decide cuánto invertir en educación y en qué sectores invertir, muchas veces no toma en cuenta el concepto de eficiencia social. En muchos países, por ejemplo, los gobiernos invierten en educación de la clase media, pese a que la población más pobre tiene niveles de educación muy bajos. Increíblemente, muchos gobiernos en países pobres envían a algunos de sus ciudadanos a estudiar maestrías y doctorados a Estados Unidos y Europa, cuando tienen niños en zonas rurales sin carpetas ni útiles escolares. Estas políticas no parecen responder a la búsqueda de la asignación socialmente eficiente de recursos, sino más bien a presiones políticas y búsqueda de votos en las zonas urbanas.

En todo país, es urgente que las decisiones de política en educación y en otros factores que aumentan la competitividad del país respondan a la búsqueda de la eficiencia social. Que una determinada política mejore la competitividad del país no implica necesariamente que esa política lleve a una asignación socialmente eficiente de los recursos, y por lo tanto no hace necesariamente recomendable a esa política. Los recursos son escasos —siempre lo serán, aunque el PBI crezca—, por lo que es importante que dichos recursos sean bien asignados.

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