Lecciones de economía para Maduro

(Diario16, 16 de noviembre de 2013)

Como Hugo Chávez en su momento, y como otros presidentes en países latinoamericanos y no latinoamericanos en el pasado, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, persiste en la idea de que los controles de precios son aconsejables como mecanismo para luchar contra la inflación y abaratar los productos de primera necesidad. En la mente de Maduro, la escasez de productos y las enormes colas para obtener tales productos no son consecuencia de los controles, sino son más bien el resultado del egoísmo de los empresarios, de las maniobras de los especuladores, los malos de la película.

Maduro no parece entender economía básica. Tal como la establece la teoría microeconómica, el establecimiento de un precio máximo para un producto cualquiera puede llevar a un desequilibrio en el mercado de tal producto. Si el precio máximo se encuentra por debajo del precio de equilibrio (es decir, del precio al que se convergería en un mercado libre), el precio máximo generará un permanente “exceso de demanda del producto”; es decir, un nivel de demanda del producto por encima de su oferta. Este desequilibrio se manifiesta en desabastecimiento, en largas colas de consumidores tratando infructuosamente de encontrar el producto, así como en la aparición de los mercados negros, donde los precios se encuentran usualmente muy por encima de los precios oficiales.

Los peruanos conocemos de este proceso. A finales de los 1980s, durante el primer gobierno de Alan García, fuimos testigos de cómo efectivamente los controles de precios generaban desabastecimiento de productos y la aparición de mercados negros. Hoy en día Maduro, como García en los años 80, y como otros presidentes que han apelado a controles de precios, culpa a los “especuladores” de que los precios aumenten.

En mercados libres (es decir, en mercados donde no existen tales controles), cuando existe mucha demanda en comparación con la oferta, los precios tienden a subir. Este cambio de precios relativos, a su vez, tiende a eliminar el exceso de demanda. Es importante señalar además que este proceso de ajuste de precios permite que los precios se conviertan en señales sobre dónde es rentable invertir y producir. La determinación libre de precios permite que las empresas asignen recursos justamente donde existe más demanda, es decir permite que las empresas canalicen sus esfuerzos a atender las necesidades y deseos crecientes por determinados productos, y a que se alejen de los productos que tienen poca demanda. Es pues socialmente eficiente que los mercados operen sin controles de precios.

Que haya cambios en los precios relativos en los mercados libres, sin embargo, no debe llevarnos a pensar que la libertad de comercio es la responsable de la inflación. En los mercados libres, ocurren con frecuencia cambios en los precios relativos en función de los cambios de las necesidades y deseos de la población y de los costos de producción. Pero para que se produzca inflación, es decir para que todos o una gran parte de los precios aumenten sostenidamente, debe existir una política monetaria expansiva que lleve a un aumento constante de la cantidad de dinero por encima de las necesidades de liquidez de la población.

Lamentablemente, Maduro -como tantos otros políticos- sigue pensando que el poder político puede ir en contra del funcionamiento de los mercados. Aparentemente, Maduro considera que puede lograr financiar el gasto público con emisión de dinero y, al mismo tiempo, evitar que los precios aumenten vía controles de precios. Habría que darle quizás unas cuantas lecciones de economía básica.

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