La rentabilidad de los ferrocarriles
(Diario16, 5 de octubre de 2013)
Desde hace varios años escuchamos a muchos políticos hablar de la
necesidad de construir más ferrocarriles, pues ellos representan un
medio más rápido de transporte que las carreteras. Gracias al Metro de
Lima, por ejemplo, los limeños ahorrarían muchas horas y ganarían
comodidad y seguridad. Gran parte de la población, sin duda, apoya los
proyectos de inversión en infraestructura ferroviaria, sobre todo en
Lima. Lamentablemente, aunque se mencionan con frecuencia los beneficios
de tales inversiones, usualmente se omite de la discusión un tema que
no debe estar ausente: el costo de oportunidad.
¿Cuántos políticos, por ejemplo, hacen un balance entre los beneficios y
los costos por construir líneas férreas? Sin duda, construir líneas
férreas genera beneficiarios. En realidad, toda obra pública siempre
genera beneficiarios. Sin embargo, para que convenga llevar cabo un
proyecto no es suficiente que haya beneficiarios. Además, los beneficios
deben superar a los costos lo suficiente como para que valga la pena
sacrificar recursos presentes.
Lamentablemente, los proyectos de ferrocarriles siempre han cautivado
las mentes de muchos peruanos (y de muchos ciudadanos de otros países) a
tal punto que pocas veces éstos se han preocupado por analizar con
seriedad los beneficios y costos de tales obras. Esta falta de atención a
los costos de las obras es, sin duda, perjudicial. La experiencia
histórica nos puede ayudar a comprender los enormes perjuicios por
dejarse llevar por la pasión que los ferrocarriles y otras públicas de
infraestructura generan en muchos.
Un período histórico que se parece mucho al actual por la gran cantidad
de recursos fiscales es el período del boom del guano. Hacia mediados
del siglo XIX, el Estado contaba con enormes recursos fiscales, producto
de la exportación del guano. Hubo quienes en tales circunstancias
—probablemente con buenas intenciones— vendieron la idea de que los
ferrocarriles cambiarían el país, que traerían progreso a todos, y no
solo a quienes vivían en la ciudad de Lima, pues permitirían conectar a
los puertos con el interior del país. Manuel Pardo, por ejemplo, en su
“Escritos sobre la provincia de Jauja” publicado en los 1860s defendió
la construcción de ferrocarriles, bajo la premisa de que el futuro del
Perú sería boyante si el Estado invertía en líneas férreas.
En medio de la gran esperanza puesta en las líneas férreas se
invirtieron enormes sumas de dinero en proyectos ferroviarios. Algunos
empresarios privados obtuvieron derechos de concesión para construir
líneas férreas en la costa, conectando los puertos con los principales
valles azucareros y algodoneros. Pero no todo fue dinero privado. El
Estado financió la construcción de las dos principales líneas férreas:
el Ferrocarril Central que conectaba el Callao con la sierra central y
el Ferrocarril del Sur que conectaba Mollendo con Arequipa y Puno.
Los dos ferrocarriles financiados por el Estado sin duda constituyeron
grandes obras de ingeniería. Sin embargo, debido a la gran esperanza que
despertaban los ferrocarriles, poco se hizo para analizar profundamente
los costos y beneficios de tales obras. Con el tiempo, fue cada vez más
claro que los costos por construir ferrocarriles en el Perú eran más
altos de lo que inicialmente se había considerado, y que, es más, la
rentabilidad de tales obras era bastante baja. El historiador inglés
Rory Miller, por ejemplo, menciona en su estudio “The Making of the
Grace Contract: the Peruvian Government and the British Bondholders,
1885-1890” que la tasa de rentabilidad de los dos ferrocarriles
financiados por el Estado fue bastante menor que 5% hasta la década de
1920s. Debido a que no se realizó un análisis profundo y serio de los
beneficios y costos de las obras ferroviarias, el Perú despilfarró los
recursos fiscales y desaprovechó una época dorada.
La experiencia histórica debe servirnos para el futuro. Los políticos
con frecuencia utilizan los grandes proyectos como una manera de
aumentar su popularidad y ganar votos. Antes de apoyar un proyecto de
metro subterráneo u otros proyectos ferroviarios, sin embargo, es
importante que se conozca con detalle la rentabilidad de tales
proyectos. No queremos despilfarrar los recursos en obras de
infraestructura muy atractivas a la vista, pero muy poco rentables.