¿Es deseable la concentración del poder?

(Gestión, 14 de noviembre de 1999)

Si bien es opinión generalizada que el Presidente Fujimori ha logrado concentrar el poder político en sus manos, no son pocos quienes piensan que ello ha sido necesario, pues no existía otra manera de enfrentar a los grupos de presión que en épocas pasadas fueron privilegiados con políticas intervencionistas. De esta manera, dado que la concentración del poder y la crisis de representación han facilitado la aplicación de un programa económico que nos llevará por la senda del crecimiento económico; deberíamos continuar con un régimen de esa índole con el fin de profundizar las reformas estructurales.

La historia económica y política del Perú nos enseña, sin embargo, que en el largo plazo la concentración de poder y la ausencia de mecanismos adecuados de representación fomentan más bien la aplicación de políticas populistas que llevan al país al subdesarrollo y la pobreza.

En nuestro país, desde siempre los programas económicos fueron impuestos por el Presidente de turno y ciertos grupos de poder, siendo los sectores populares marginados y sus representantes políticos perseguidos, deportados y muchas veces asesinados. Podemos entender entonces por qué, una vez que lograron una mayor representatividad política, los sectores populares demandaron reivindicaciones populares, al interpretar su interrelación con los gremios empresariales como un juego de suma cero donde la única manera de estar mejor era si los “ricos” estaban peor. Debido a ello, nunca fue posible llegar a consensos básicos sobre los programas económicos. Más bien, como consecuencia de esa presión popular por reivindicaciones, los gobernantes aplicaron políticas populistas que aparentaron favorecer a los sectores populares. Como ejemplos claros podemos mencionar a los gobiernos de José Bustamante y Ribero (1945-48), Juan Velasco (1968-75), Fernando Belaunde (1980-85) y Alan García (1985-90), los cuales apostaron en muchas oportunidades por medidas intervencionistas con efectos nocivos en el crecimiento de la economía.

Pero la concentración del poder político ha provocado no sólo la postración de vastos sectores de la sociedad del manejo político y la demanda por reivindicaciones populares. Además, como consecuencia de la concentración del poder, el Presidente de turno ha podido aplicar las medidas que quería, sin mayor rendición de cuentas. Nuestros Presidentes han tenido entonces la capacidad para aplicar medidas económicas muchas veces contrarias al crecimiento económico. Cómo olvidar a Juan Velasco, quien gracias a la concentración del poder en sus manos pudo incluso estatizar empresas privadas y desincentivar la inversión extranjera. Cómo olvidar a Alan
García, quien gracias a una mayoría parlamentaria aprista muchas veces sumisa, pudo aplicar un programa económico que llevó al país a la peor crisis de su historia.

Por estas razones, es urgente que se mejoren los canales de participación y representación ciudadana. Si seguimos creyendo en la figura del dictador benevolente, entonces daremos cabida a que en los próximos años el Presidente de turno tenga la capacidad para aplicar políticas populistas, más aún si los sectores populares siguen postrados políticamente y siguen pensando que la única manera de salir de la pobreza es con reivindicaciones populares.

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