Corrupción, historia y futuro

(Diario16, 16 de marzo de 2013)
No debería quedar duda de que la corrupción es una de las principales causas de los problemas económicos, sociales y políticos más serios que enfrenta nuestro país y que ha enfrentado a lo largo de su historia.
Así, numerosos ejemplos de nuestra historia económica muestran que la corrupción ha causado una muy mala asignación de recursos. Durante la colonia, por ejemplo, era común que los allegados a los altos funcionarios públicos obtuviesen privilegios de parte del Estado. No era necesario ser muy productivo para ser “exitoso” en la colonia; bastaba con tener “buenos” contactos. En el siglo XIX, la corrupción también fue una razón principal de la asignación ineficiente de recursos. Por ejemplo, la utilización de los recursos provenientes del guano para la construcción de ferrocarriles y el pago de la deuda pública estuvo plagada de escándalos de corrupción. La corrupción estuvo tan institucionalizada en el Perú que, según algunas fuentes, Henry Meiggs, el histórico empresario de ferrocarriles, pronosticaba que alrededor del 20% del presupuesto de ferrocarriles serviría para el pago de sobornos a funcionarios públicos. En el siglo XX, la corrupción siguió siendo una de las razones principales por las que nuestro país no aprovechó de manera eficiente sus recursos y las condiciones que ofrecían los mercados internacionales. Corrupción en la firma de contratos de deuda, corrupción en la asignación de licencias de funcionamiento, corrupción en el otorgamiento de subsidios y exoneraciones tributarias, corrupción en la asignación de crédito barato y corrupción, sobre todo, en la asignación de obras públicas mantuvieron al país en el subdesarrollo y la pobreza.
En varias oportunidades hemos mencionado que la corrupción distorsiona los incentivos a producir, invertir, consumir y trabajar, y por lo tanto tiene efectos nocivos en el bienestar de la población. En términos de crecimiento económico, la corrupción lleva a que una economía crezca e invierta menos de lo que sucedería si no hubiese corrupción. Ciertamente los efectos negativos de la corrupción son mayores cuando la corrupción se encuentra institucionalizada. Cuando la corrupción se encuentra institucionalizada, no solo el crecimiento de largo plazo es menor, sino que incluso las favorables condiciones del mercado (tales como precios internacionales de nuestras exportaciones) no tienen un efecto positivo en el largo plazo.
La institucionalización de la corrupción es un problema claro en nuestro país. Siendo honestos, si nos preguntaran por qué autoridades pondríamos las manos al fuego, la lista sería bastante corta. La corrupción se encuentra tan institucionalizada que las escasas autoridades honestas que existen son amedrentadas impunemente por quienes desean mantener sus privilegios o por quienes quieren retomar el poder político y aprovecharse de él. En diversas regiones de nuestro país, escuchamos con frecuencia que alcaldes, por ejemplo, son amenazados, revocados o hasta asesinados cuando fiscalizan a exautoridades, o cuando simplemente se niegan a formar parte de la red de corrupción.
La posición del liberalismo es muy clara frente a la corrupción. Un liberal se opondrá a políticos corruptos de la misma manera como se opondría a quienes tratan de expropiar empresas o a grupos terroristas de derecha y de izquierda. Conocedores de los enormes perjuicios a la sociedad que genera la corrupción, los liberales seremos los primeros en oponernos a los intentos de políticos corruptos de tomar el poder político y en apoyar a políticos honestos y valientes que tratan de cambiar nuestra historia, y que nos permiten soñar con un futuro con mucho menos corrupción.

Popular posts from this blog

El ahorro obligatorio

De vuelta a la realidad

Populismo y concentración de poder: Alan García y el desastre económico aprista