Calidad de la educación superior

(Diario16, 18 de mayo de 2013)

La última gran idea de algunos congresistas para mejorar la calidad educativa es un proyecto de ley que crearía una superintendencia educativa. Esta superintendencia velaría por que las universidades e institutos no estafen a sus estudiantes y ofrezcan un mínimo de calidad a sus estudiantes.

La preocupación por las estafas en el mercado educativo es legítima. Debido a la ineficiencia y corrupción en el Poder Judicial, parece poco probable que los estafadores sean castigados. Si a esto le añadimos el hecho de que está prohibido crear nuevas universidades y abrir nuevas sucursales, la falta de competencia incentiva aún más las estafas. La solución a este problema, sin embargo, parte por solucionar los graves problemas del Poder Judicial y eliminar las barreras a la entrada al mercado educativo, no por crear más instituciones reguladoras.

Quienes promueven una mayor regulación estatal, sin embargo, indican que el problema de la educación superior va más allá de las estafas. Sostienen que muchas veces los estudiantes se matriculan en universidades e institutos reconociendo la baja calidad educativa de los centros de estudio. Aunque ello no sería en sí mismo una estafa (pues los estudiantes conocen que la calidad no es alta), aseguran que no es recomendable, pues el Perú “necesita mejor capital humano”.

Este argumento en favor de la regulación estatal para aumentar la calidad educativa en universidades e institutos es bastante débil. Desde un punto de vista moral, por ejemplo, el Estado no tiene el derecho a interferir en una transacción voluntaria donde las partes están informadas del producto (incluyendo la calidad) a ser transado.

La debilidad del argumento, sin embargo, es mucho más clara cuando notamos que aumentar la calidad educativa tiene un costo. Si pensamos que mayor calidad implica contratar mejores profesores, utilizar más recursos físicos, o dedicar más tiempo a los alumnos, es claro que la mayor calidad educativa solo se puede producir con la utilización de mayores y mejores recursos. Estos recursos tienen un costo de oportunidad, es decir estos recursos podrían ser utilizados para otros fines que satisfagan otras necesidades. ¿Pagarán ese costo quienes ofrecen el servicio, a través de menores ganancias? ¿Lo pagarán los estudiantes, a través de un mayor precio? ¿O lo pagará el Estado y, por lo tanto, los contribuyentes, a través de un mayor subsidio?

Existen en nuestro país muchos que parecen considerarse “ingenieros sociales”, es decir personas encargadas de diseñar cómo debe ser la sociedad. Teniendo un ideal de sociedad en sus mentes, proponen cambios legales con el fin de asegurar que la sociedad sea como ellos la han concebido. Estos “ingenieros sociales” ahora proponen que el Estado debe procurar aumentar la calidad educativa, a través de unalegislación que prohíba que la calidad sea lo que ellos consideran muy baja. Estos “ingenieros sociales” no solo parecen creer que ellos saben lo que es mejor para la sociedad sino que además parecen no darse cuenta de que toda decisión implica un costo de oportunidad.

En un contexto en el que los estafadores sean castigados por jueces honestos, quienes deben decidir si el costo de aumentar la calidad educativa vale o no la pena deben ser los mismos ofertantes y demandantes de educación. En transacciones libres de coerción, las universidades, institutos y estudiantes son quienes determinan los tipos de educación y sobre todo la calidad educativa. Después de todo, son justamente los estudiantes quienes mejor pueden decidir qué tipo de educación necesitan dadas sus restricciones presupuestarias y sus perspectivas laborales. Y son justamente las universidades y los institutos los que mejor pueden decidir cómo satisfacer las necesidades de los estudiantes.

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