Los "felices" años veinte

(Diario16, 30 de enero del 2013)
En los últimos años, muchos se han referido al crecimiento económico que experimenta el Perú como un hecho inusitado, como si solo ahora, con las reformas implementadas desde los noventa, la economía peruana hubiera logrado algo que nunca antes pudo: un crecimiento de varios años.
La evidencia histórica demuestra que estas afirmaciones no son ciertas. La economía peruana ha atravesado por varios períodos de rápido crecimiento. Uno de los más interesantes es, sin duda, la década de 1920, los “felices” años veinte, en que la producción y el consumo crecieron a altas tasas, generando un ambiente de optimismo similar al de la época del boom del guano.
La economía peruana creció sostenidamente en esta década, sobre todo a partir de 1922, como consecuencia de los altos precios de las exportaciones y de los influjos de capital. En promedio, la tasa de inversión en 1921-29 fue 17.6% del PBI, nivel que estuvo por encima del promedio en 1896-1920, y la tasa de inversión bruta fija en 1923-29 siempre estuvo por encima del 15% del PBI. Como consecuencia de las mayores tasas de inversión, la producción nacional creció a tasas elevadas en la mayor parte de la década. Según estimaciones de Bruno Seminario y Arlette Beltrán (reportadas en “Crecimiento económico en el Perú: 1896-1995”), el producto bruto interno real creció a una tasa de 7% promedio anual entre 1921 y 1929. El rápido crecimiento económico fue favorable para el desarrollo de los negocios. Por ejemplo, en el caso de los bancos nacionales, la rentabilidad aumentó de 11% en 1921 a 17% en 1923 y 17% en 1925.
El auge de la economía peruana se vio reflejado en el crecimiento de la ciudad de Lima. De hecho, el crecimiento de la capital tuvo una intensidad vertiginosa. A partir de la urbanización del fundo Santa Beatriz, aparecieron extensas áreas urbanas hasta entonces insospechadas por los limeños. El auge inmobiliario fue notable. Al respecto, Jorge Basadre, en su enciclopédica “Historia de la República del Perú”, menciona lo siguiente: “La rápida valorización de los lotes en las zonas urbanizadas dio lugar a ingentes negocios con la propiedad inmueble y la industria de la construcción. La compra y venta de terrenos y de casas empezó a representar un mayor volumen proporcional como fuente de las fortunas privadas… Por otra parte, la fiebre de las urbanizaciones estuvo acompañada por el deseo de vivir mejor, de tener mayores comodidades. El sentido materialista de la vida halló estímulo en la tentación de los privilegios inmediatos que el dinero podía conferir y que antes no habían sido notorios, tan accesibles o tan numerosos.”
Aquellos “felices” años llegaron a su fin con la Gran Depresión de la década de 1930. Si un entorno internacional favorable hizo posible el crecimiento de los veinte, un entorno desfavorable llevó a la economía peruana a una de sus peores crisis económicas. La economía peruana, con muy bajos niveles de competitividad, dependía en gran medida de precios internacionales y de fuentes baratas de crédito del exterior. Una vez que estas condiciones desaparecieron, los peruanos se encontraron con una realidad (que la economía peruana no era competitiva) que habían negado por varios años.

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