El derecho de propiedad en el Perú, un derecho a medias
(Diario16, 27 de julio del 2013)
Hace dos años, Ollanta Humala llegó a la Presidencia de la República
como el candidato de los más pobres y los desprotegidos. Humala propuso
entonces grandes cambios, todos ellos incluidos en su programa de la
“Gran Transformación”, cambios que llenaron de incertidumbre a muchos.
Pronto, sin embargo, el programa de la “Gran Transformación” fue dejado
de lado; y el Gobierno más bien continuó con las políticas económicas
aplicadas desde los años 90.
¿Pero estamos siguiendo un programa económico ideal? Ciertamente, es
preferible el programa económico actual a aquel que pretendía aplicar
Humala en un inicio. Sin embargo, no debemos pecar de conformistas y
sostener que el sistema económico actual es inmejorable. El sistema
económico actual tiene enormes falencias que no permiten que las
personas aprovechen sus recursos (tiempo, capital humano, capital
físico) de la mejor manera posible.
Una de las falencias del sistema económico es la gran desprotección de
los derechos de propiedad. Hoy en día, la corrupción y el crimen
recortan la capacidad de los ciudadanos de gozar de sus derechos de
propiedad, generando un enorme desincentivo para el ahorro y la
inversión. Al desproteger los derechos de propiedad de las personas,
este sistema legal se encuentra muy lejos de ser un sistema realmente
liberal y no permite, por lo tanto, una asignación eficiente de los
recursos.
Algunos quizás piensen que la protección de los derechos de propiedad
beneficia sobre todo a quienes tienen más dinero. La realidad, sin
embargo, muestra que cuando los derechos de propiedad son débiles, los
más pobres no tienen posibilidades de salir de la pobreza. En un país
con débiles derechos de propiedad, la inversión de las empresas es
limitada, lo que termina afectando severamente a los trabajadores: con
poca inversión, los trabajadores tienen enormes dificultades para
encontrar empleo con salarios adecuados. Pero el impacto negativo en los
más pobres se da no solamente porque las empresas grandes invierten
menos. En muchos casos, los más pobres son los directamente afectados
por la debilidad de los derechos de propiedad. Considere, por ejemplo,
la historia rural del Perú. Como consecuencia de la desprotección de los
derechos de propiedad y, en particular, como consecuencia de la
corrupción en las Cortes de Justicia, en los últimos dos siglos
numerosas comunidades campesinas perdieron sus tierras a manos de
invasores y traficantes de tierras.
De esta manera, los más pobres enfrentan enormes dificultades para
salir de la pobreza cuando el sistema legal no protege los frutos de su
trabajo. Lamentablemente, el gobierno de Humala no ha hecho mucho por
fortalecer el sistema de derechos de propiedad. Hoy en día, la
corrupción está casi institucionalizada; y el crimen sigue en avanzada.
No entendemos por qué el Gobierno no ha hecho más para combatir estos
problemas. Quizás, como muchos políticos, el presidente Humala no le dé
la importancia que debe a la protección de los derechos de propiedad
para acabar con la pobreza. De hecho, los discursos del presidente
Humala sugieren que para él la manera más efectiva de acabar con la
pobreza es a través de políticas asistencialistas. El presidente no
parece pues entender que la manera más directa de acabar con la pobreza
consiste en garantizar un sistema legal que proteja los derechos de
propiedad de todos y no solamente de quienes tienen “buenos contactos”.
Sin duda, no estábamos de acuerdo con aquella “Gran Transformación” que
Ollanta Humala pretendía ejecutar hace dos años. Pero, sí creemos que
Perú necesita una gran transformación, una transformación hacia un
sistema realmente liberal, hacia un sistema que proteja los derechos de
propiedad de las personas, un sistema donde la propiedad no sea un
derecho a medias.