Contra la maquinita

(Diario16, 24 de agosto de 2013)
Nos sorprenden los comentarios de varios economistas que sostienen que los últimos años fueron buenos pues contamos con crédito barato, a raíz de la política monetaria expansiva de la Reserva Federal, el banco central de los Estados Unidos. Según estos economistas, el crédito barato fue favorable, ya que permitió financiar el consumo, la inversión y el crecimiento económico de nuestro país.
Estos comentarios pueden sonar sensatos a quienes desconocen la teoría económica. Pero que economistas sostengan que fueron buenos los años en los que contamos con abundante crédito producto de la política monetaria expansiva es bastante sorprendente. Nos sorprenden tales comentarios porque las políticas monetarias expansivas no llevan a una asignación eficiente de los recursos ni a un crecimiento sostenible. Dichas políticas tienen, ciertamente, efectos en el corto plazo en la tasa de interés, abaratando el crédito. Pero sostener que ello “es bueno” implica negar los efectos nocivos de tales políticas en algo a lo que los economistas probablemente siempre prestaremos atención: la eficiencia social en la asignación de los recursos.
Las políticas monetarias expansivas, es decir, la emisión de fuertes cantidades de dinero, ocasionan la reducción de la tasa de interés por debajo de la tasa natural de interés. Dicha disminución distorsiona lo que los economistas llamamos precios relativos. Cuando un banco central emite grandes cantidades de dinero, las personas gastan más. Ese mayor gasto, sin embargo, no se produce de la misma manera en todos los sectores. Algunos experimentarán un mayor impacto que otros. En esos sectores, los precios tenderán a subir. Como el aumento de los precios no se produce en todos los sectores de la misma manera, entonces los precios relativos cambian.
Estos cambios en los precios relativos tienen efectos muy profundos en las decisiones de inversión. Si un inversionista observa que el precio de determinado producto sube más que otros, entonces podría llegar a pensar que existe una mayor demanda sostenible por dicho producto. El inversionista podría entonces no darse cuenta de que el cambio en los precios relativos se ha debido a la emisión de moneda y no a una verdadera modificación en las preferencias de la población. Tomará entonces la decisión de invertir en el sector cuyos precios han aumentado. Esto es lo que los economistas llamamos efecto distorsionador de los precios relativos en la inversión.
En los últimos años, la economía mundial ha experimentado un abaratamiento del crédito, como consecuencia de la política monetaria expansiva de la Reserva Federal, es decir, como consecuencia del uso de la “maquinita” por parte de dicha entidad monetaria. Las distorsiones que pueden haber causado esos dólares fluyendo en las economías del mundo son imposibles de medir con exactitud. ¿Cuánto, por ejemplo, del crecimiento de los precios internacionales de los metales se ha debido a la política monetaria expansiva de la Reserva Federal? ¿Cuánto de los flujos de inversión que han llegado a América Latina, incluyendo el Perú, se ha debido a tal política? ¿Cuánto del crecimiento en precios de los activos en nuestro país, incluyendo inmuebles, se ha debido a tal política?
La emisión de dinero en cantidades enormes no es una buena nueva. No podemos, pues, llamar años buenos a los años en los que la Reserva Federal apeló a la maquinita, ni podremos llamar buenos a los años futuros si la Reserva Federal no corrige esas políticas rápidamente o si el Banco Central de Reserva del Perú opta por aplicar políticas expansivas con el fin de “contrarrestar” la menor demanda interna y externa. Serán buenos los años cuando finalmente entendamos que la emisión de dinero en cantidades enormes genera enormes problemas económicos, cuando entendamos que el crecimiento económico debe basarse en factores sólidos y sostenibles, y no en el uso de la maquinita.

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